Cuando el poeta Paul Valéry le preguntó una vez a Einstein si llevaba un cuaderno encima para anotar sus ideas, él le miró con ligera pero sincera sorpresa. «Oh, no hace falta eso -contestó- tengo tan pocas veces una.» Ni qué decir tiene que cuando tenía una solía ser buena.
Este jueves 11 de febrero es un día histórico para la ciencia y, especialmente, para la física. 100 años después de que Albert Einstein predijera a través de su teoría de la relatividad la existencia de ondas gravitacionales como consecuencia de la aceleración de objetos con una masa específica en el espacio-tiempo, un grupo de científicos ha podido confirmar la veracidad de estas vibraciones primigenias en la colisión de dos agujeros negros situados a más de mil millones de años luz de distancia de la Tierra.
Este jueves 11 de febrero es un día histórico para la ciencia y, especialmente, para la física. 100 años después de que Albert Einstein predijera a través de su teoría de la relatividad la existencia de ondas gravitacionales como consecuencia de la aceleración de objetos con una masa específica en el espacio-tiempo, un grupo de científicos ha podido confirmar la veracidad de estas vibraciones primigenias en la colisión de dos agujeros negros situados a más de mil millones de años luz de distancia de la Tierra.
El descubrimiento, por otro lado, también tiene una alta dosis de poesía natural, pues además de que implica ver lo que no vemos pero que siempre ha estado ahí, se trata de una constatación de existencia de uno de los niveles más profundos de la realidad.
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