¿Quién decide si algo es vulgar? ¿Hay objetos que, de feos e inútiles, se convierten en perversos? Esas son algunas de las preguntas que lanza una exposición del Museo del Mueble de Viena, a través de docenas de utensilios que van desde lo kitsch a lo sexista y racista.
Zapatillas con forma de pene, una lámpara que recrea un fusil automático, tazas con pezones, una salsera mal diseñada que derrama su contenido...
De todo hay en la muestra Objetos perversos que, hasta el 6 de julio, analiza la concepción del buen gusto y de la estética surgida en el siglo XIX y plantea si ese ideal es aún válido.
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