Una estación de metro en Copenhague, Dinamarca. Bajo tierra, la gente espera distraída, aburrida, dormida. Empieza un día más de trabajo. Uno más tan rutinario como cualquiera. Un cartel luminoso anuncia la llegada de un “tren clásico” y a continuación un mensaje: “disfrute de la música”. Casi nadie le presta atención. Algunos se miran, quizá piensan que va a entrar en la estación un tren antiguo pero llega un metro como el de todos los días. Entran y se distribuyen por el vagón en silencio con cara de tedio, cada uno a lo suyo. Como siempre.
Y de repente, ocurre algo distinto a lo de siempre. Suena una flauta y es como si sonara la flauta. Las primeras notas del Peer Gynt de Edvar Grieg salen del instrumento de una flautista que toca sola sentada como una pasajera más. Algunas cabezas buscan curiosas como los niños de Hamelin de dónde sale ese sonido precioso que se detiene de improviso. En otro punto del vagón, un oboe responde como un pájaro a la llamada de otro y continúa la melodía. De otras partes del vagón surgen las voces, los trinos de otros vientos...
Abre los ojos y mira a los que tienes al lado. Disfruta de la música. Disfruta. No todo va a ser sufrir.
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